Para los kenianos la política es tan importante como el fútbol para los argentinos. No se pierden ningún evento, se actualizan todos los días a través de la televisión o la radio o el diario o el vecino o cualquiera.
En Kenia, por ley, todo lugar de trabajo debe tener la fotografía del presidente. Me suena un poco comunista, pero es lo que la ley manda y todos la cumplen. Las veces que veo la foto del presidente, no puedo evitar pensar en las muchas cosas que pasaría si se estableciera la misma ley en el país donde tengo mi residencia (dejo la imaginación y la pluma en manos del lector), y siempre se me escapa una risita.
Este año se propuso una nueva constitución y durante más de un mes se hicieron campañas electorales intensas en pro y en contra de la propuesta. Era la campaña sandía: de color verde los “sí” y de rojo los “no”. Los noticieros transmitían las campañas, había programas de debate, programas para explicar los artículos y qué es un referendum, canciones, publicidades, etc y etc. Era casi como una peste. Para mí, que todavía no entiendo todo el kiswahili, todos los días era la misma sopa.
El día de las elecciones fue declarado feriado nacional y nadie trabajó, nadie. Ni los transportes públicos. Los que fueron a votar (no es obligatorio) se levantaron temprano a la noche y los que se quedaron dormidos formaron filas interminables para marcar un “sí” o un “no” en un pedacito de papel. Por primera vez se les concedió el voto a los prisioneros. Todo fue transmitido a través de los medios y, obviamente y para mi aburrimiento, se cancelaron los programas habituales.
Hubo una preocupación colectiva, ya que en las últimas elecciones hubo una gran masacre, producto del disgusto de los resultados. Para esta ocasión reforzaron la seguridad en todos lados. Pero como dijeron algunos, Kenia ha madurado como nación y, gracias a Dios, nadie mató a nadie.
La economía se puede resumir en una corta frase: “Africa is rich, Africans are poors”. Si llegan a ver una gran empresa, un gran negocio, un gran emprendimiento, pueden apostar que el dueño es hindú (pero si pierden la apuesta, no me hago cargo). Están tan inmersos en Kenia que son los únicos no africanos que no son llamados mzungus.
Las hijas son sinónimo de riqueza, si se casan. Para pedir la mano de la novia, el novio tiene que negociar con sus futuros suegros sobre la cantidad de vacas o el equivalente a ellas que tiene que pagarles para que le entreguen a la hija. Prácticamente es una transacción. Obviamente, los gastos de la boda corren a cuenta del novio (unas cuántas vacas más). Pobre chico. Desafortunadamente, hay muchos hombres que piensan que por haberla “comprado” son sus “dueños” y golpean a sus esposas. Si la mujer se vuelve a la casa de sus padres y ellos la aceptan, tienen que devolverle el dinero al esposo, como un reembolso (como... “satisfacción garantizada, sino le devolvemos el 100%”). En cambio, si no la aceptan, a la mujer no le queda otra que volverse con el marido golpeador.
¡Qué diferente que es Dios! quien nos amó tanto, que no escatimó por nuestras vidas sino que dio a su Hijo unigénito para que seamos suyos, y lo único que pide a cambio es nuestro amor. ¡Qué diferente que es Dios! que, a pesar de nuestros miles de pecados, siempre nos atrae con sus brazos de amor y nos ofrece perdón y misericordia. ¡Qué diferente que es Dios! ¡y gracias por eso!